miércoles, julio 05, 2006

¿Donde estás Eduardo?


Amanezco desvelado preguntándome en que lugar del infierno te encontrarás y cuales serán los espacios de terror que tu mujer y tus hijos habrán visitado estas últimas noches. La droga, que ingenuamente apareció como un juego en tu vida con el pitito de marihuana, tal como tú nos lo dijiste un par de veces, ha sellado tu historia con esa marca de fuego y dolor, casi como un estigma insuperable, y una vez más se ha apoderado de ti, llevándote prisionero a algún barrio oscuro de esta ciudad.

No puedo olvidar esa escena maravillosa que contemplamos los miembros de ese grupo de gerentes al que perteneces, cuando hace algunas semanas atrás en medio de esa ronda de conversación en la que nos encontrábamos apareció esa ruciecita maravillosa de cinco años preguntando por su papá para terminar, al reconocerte, tirándose a tus brazos. Fue un momento en que ella llegó como un angelito a recordarnos a todos la pureza de esas almas que nos han sido entregadas para su protección.

Hoy ella estará preguntando por su papá sin comprender lo que significa tener un padre, quien con mucho pudor más con el dolor de la dura verdad ha terminado por asumir esa, su dura y dramática realidad de “drogadicto”,… a pesar de ello querido Eduardo te ruego, que en el lugar y condición que estés nunca olvides esa incondicional belleza de ser hijo de Dios que te pertenece.

No puedo dejar de escribir estas líneas sin recordar a Manuel que hoy también sufre como Eduardo de esa historia que implacablemente parece nunca olvidarles.

1 comentario:

Carmen Gloria Gorigoitía C. dijo...

Eduardo ya ha regresado, qué alegría saber que aún tiene las fuerzas y la valentía de la humildad para volver una vez a más al hogar que tanto lo ama.

Como integrante del grupo que mencionas Pedro, siento dolor al igual que tú, Eduardo es nuestro compañero y amigo. Como dice Pilar qué importante son los grupos de apoyo y aprovecho de agradecerte a ti y a Denis los espacios de encuentro que nos ofrecen, donde cada uno mes a mes comparte desde sus penas y alegrías, teniendo la oportunidad de ser acogido en la gratuidad del otro.
Te acompaño Pedro en la construcción de caminos que nos lleven al encuentro de la luz de Dios dentro de nosotros mismos.