miércoles, mayo 31, 2006

SACARNOS EL VELO


Hace algunos días atrás me invitaron a presentar un libro titulado "Provocando la vida" y cuya imagen de portada, una foto de una mujer musulmana que cubría su rostro dejando solo los ojos a la vista, me inspiró una reflexión que brevemente comparto.

La mujer musulmana que cubre su rostro me parece más honesta que muchos occidentales, que con rostro descubierto, aparecen más ocultos y misteriosos que ellas tras el velo. Al menos así lo percibo en nuestro país.

Al constatar ello me surgen entonces muchas preguntas:
¿Qué,… mejor dicho Quién se esconde tras el velo?
¿Cuál es ese rostro que no dejo ver y que cubro cada día?
¿Cuál es la imagen de mí que escondo y que me asusta develar?

¿Por qué temo?
¿Cuales son los miedos que me impiden sacar ese velo y mostrarme verdaderamente quién soy?
¿Temo a mis pobrezas?
¿Temo a mis debilidades?
¿Temo a quienes pueden herirme si me muestro en mi pequeñez y fragilidad???…

¿O temo a mi belleza,… pues tal vez, la envidia de otros que no es otra que la mía propia buscará destruir?
¿O temo al ridículo, al juicio fácil y aventurado, que es la causa de que haya preferido esconderme tras ese velo de pudor y timidez, fruto de una historia marcada por el sarcasmo, el menosprecio, el prejuicio, que tantas veces me ha golpeado?

Después de mucho caminar, una sola cosa me ha quedado claro: nuestros hijos, nuestros amigos, los empleados que trabajan a nuestro lado solo quieren una cosa de cada uno de nosotros…. Que seamos Quien soy, que seamos nosotros mismos, que cada uno de quienes estamos aquí hoy día, nos arriesguemos a ser el hijo de Dios que hemos sido creados, que cada uno de nosotros nos atrevamos a vivir más libremente la creación maravillosa que se esconde en nuestro interior… y que a pesar de las mil traiciones y de los infinitos dolores que nos han hecho cubrir nuestros rostros y con ello nuestras vidas, nos atrevamos a salir del encierro y nos ofrezcamos, nuevamente vulnerables pero poderosos.

Cada uno de quienes conviven a nuestro lado sólo esperan de nosotros que nos entreguemos en verdad, nos ofrezcamos, nos demos a conocer, en nuestras riquezas como en nuestras fragilidades, nos demos a comer unos a otros…. para que podamos ser verdaderos nutrientes unos de otros, para que nuestras relaciones no nos sean indiferentes y las apreciemos en toda la inmensidad que encierran.

Aquí se encuentra el gran misterio, aquí se encierra una de las grandes enseñanzas que nos revela el Jesús de Nazareth desde hacen ya más de dos mil años, al provocarnos diciéndonos “… el que pierda su vida la ganará, más el que quiera guardar (esconder) su vida la perderá”.

Invitémonos por tanto, unos a otros, a correr ese velo de indiferencia, a sacar el velo del que dirán, a quitar el velo del juicio fácil, para liberar el rostro y el corazón de las ataduras temerosas y exponer así nuestra sonrisa y nuestras lágrimas de cara al viento como de frente a la inmensidad de la ciudad.